"Las
tragedias en fábricas textiles han llevado el foco informativo a la
antigua Pakistán Oriental, pero seguramente ese sea uno de sus males
menores. En inmensas
fábricas, ubicadas en la Zona de Procesamiento de Exportaciones (EPZ)
—donde muchos puntos de la legislación laboral no son de aplicación, se
impide la sindicación de los trabajadores, y las empresas están exentas
de algunos impuestos y cuentan con subvenciones especiales—, decenas de miles de trabajadores —un 80% mujeres— cosen las prendas que han convertido al país en la segunda potencia textil del mundo, solo superada por China.
Gracias al salario mínimo más bajo del planeta —3000 takas, 29 euros, por semanas laborales de 54 horas—,
casi todas las multinacionales del sector se abastecen ya aquí. Así se
entiende que el sector aporte el 80% de las exportaciones del país —unos 20.000 millones de euros— y emplee a casi cuatro millones de personas en unas 4.500 instalaciones productivas. Farida
es una de ellas. Tiene 27 años y ha trabajado en varias subcontratas de
importantes marcas internacionales. «Un día de ausencia se castiga con
la reducción de dos jornadas en el salario, el retraso de unos minutos
se paga con el sueldo de todo el día, y las ausencias también se penan
con el pago tardío de la nómina», cuenta.
Pero
lo que más le preocupa es que no se cumplen muchas de las normativas de
seguridad, un hecho que ha provocado más de 2000 muertes en los últimos
seis años. El suceso más reciente, y el que ha puesto el foco
informativo de todo el mundo en la industria textil bangladesí, es el
del Rana Plaza, un edificio que albergaba cinco fábricas y que se
derrumbó el pasado 24 de abril. Murieron más de 1200 personas, una cifra
similar a la de los fallecidos en cada una de las torres gemelas en los
atentados del 11-S. El
bloque estaba mal construido, se le habían añadido tres plantas de más,
y no contaba con las debidas medidas de seguridad. O sea, un bloque
como tantos otros. La mayoría ni siquiera cuenta con escaleras de
emergencia o extintores, algo que le permite al fuego devorar decenas de
vidas. Así lo hizo a finales del año pasado en la fábrica de Tazreen
Fashions, cuyo incendio dejó 110 muertos. «No hay apenas ventilación en
todo el edificio, está todo lleno de polvo, de cajas y de telas que
fácilmente pueden arder», revela Farida. «No nos dan agua potable, así
que la bebemos del lavabo, pero a partir de la cuarta planta ni siquiera
llega agua al baño. Si hay un incendio, es imposible escapar o tratar
de apagarlo».
A
pesar de ello, cada año cientos de miles de personas tratan de acceder a
un empleo en las EPZ. Al fin y al cabo, es lo mejor a lo que pueden
acceder en Bangladesh quienes no descienden de la nueva burguesía. «Hay
más regularidad en los ingresos de los trabajadores y los retrasos en el
pago son raros», explica Jesmin, una joven trabajadora
que se ha curtido tanto dentro como fuera de las zonas especiales.
«También se respeta el día de descanso semanal, así como la jornada de
asueto que corresponde por cada 18 trabajadas. Muchas empresas incluso
ofrecen transporte y comida a los empleados».
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ResponderEliminarOs recuerdo que no debéis responder en Comentarios, sino enviarlo por mail o entregarlo mañana en mano. Miguel y Javier, he guardado vuestro comentario y ya está calificado, pero lo borro para que no sea copiado.
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